Anotaciones de Cabo Verde 2.

Después del capítulo 8 y antes del A modo de epílogo.

Me desperté por la noche, a las tres de la madrugada, con el llanto desgarrado de un niño al que parecían estar quitando la vida, como si lo estuvieran abriendo en canal. Me imaginé lo peor, soñé con que el padre estaba abusando de él, y yo gritaba, le gritaba a su balcón desde mi ventana, y le llamaba hijo de la gran puta, nazi de mierda, y corría hasta su casa, y en el portal nos encontrábamos, y yo le abría la cabeza con un adoquín, y el chop chop que hacía cuando se estrellaba en su cabeza parecía plastilina, blanda y jugosa, inerte, como si dentro de aquella cabeza sólo hubiese pan mojado en sangre durante varios días.

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